QUILTROS AL ACECHO
Juan Manuel Vial
"En los últimos meses he observado un comportamiento canino bastante peculiar e intraquilizador: hay perros que, muy sueltos de cuerpo, consiguen hipnotizar a sus amos con una facilidad aterradora. Por lo general, se trata de perros mimados, catetes, alharacos y confianzudos, de esos que -como bien dice el cliché- terminan pareciendose en alguna u otra forma a sus dueños, ya sea en la gestualidad, en los apetitos o en el peinado. El caso del mesmerismo perruno más notable que conozco se da entre un ejemplar de la raza salchicha y un amigo: para no sentirse tan solo y abandonado, el buen hombre adquirió hace tres años la flor de mascota que hoy por hoy lo somete -a diario- a largas sesiones hipnóticas, cuyo único resultado favorable, claro que sí, para el salchicha embrujador: mi amigo está más solo que nunca.
Consecuentemente, el bendito animal reina en el espacioso departamento de su patrón y -peor aún- en la vida misma de éste. Cuando acaba una agotadora jornada lanoral, mi amigo se va raudo a la casa, derechito a las garras de su perrito lindo, quien no más lo ve llegar y tenderse exhausto sobre la cama o el sofá, se le encarama, cuan largo es, sobre el pecho. Desde esa posición de igualdad -se podría decir que cara a cara- la bestia comienza a hipnotizar al desvalido oficinista por medio de una mirada ineludible y profunda, una mirada que, sin lugar a dudas, transmite de la forma más cautivante imaginable el siguiente y perturbador mensaje: 'Soy lo único que tienes; soy el único que te aguanta; soy el más grande: eres mío, eres mío, eres mío'.
Entiendo que, llegados a donde estamos, más de alguien pondrá en duda la seriedad de estas observaciones. Pues bien: hasta hace algunos días no habría podido defenderme de quien me acusara de deschavetado o de imbécil por salir con una lesera como esta. Pero, claro, acabo de leer un informe científico acerca de las inverosímiles formas en que los perros se relacionan con lis humanos, y, en base a esta novedosa documentación, temos que mis cavilaciones están bien encaminadas.
La etología -ciencia que estudia el comportamiento de los animales- ha demostrado recientemente que los perros se están pareciendo bastante más a los hombres que, digamos, nuestros parientes orangutanes, chimpancés o bonobos. El hueso del asunto parace ser que los millones de años de domesticación han hecho que los canes se conviertan en unos cuadrúpedos muy inteligentes. Cualquier quiltro de hoy en día, por ejemplo, no tan sólo es capaz de aceptar con toda naturalidad el hecho de ser miembro de una familia humana, sino que también está capacitado -y aquí lo escalofriante del asunto- para especular acerca de lo que piensa el hombre.
Montaigne decía que cuando jugueteaba con su gata no estaba realmente seguro de quién era el que jugaba con quién. De esta manera reafirmó una idea extendida hasta hoy, a saber, que los gatos son infinitamente superiores en intelecto a los perros. Siguiendo el mismo hilo, el ensayista estadounidense Thorstein Veblen sostuvo en su genial Teoría de la clase ociosa -publicada en 1899- que el hombre sólo buscaba status al poseer un perro, distinción que le era imposible de obtener a través de un gato, dado que los gatos se situaban a sí mismos en una situación de igualdad con los humanos, mientras que el perro -por vocación y por gracia- sería un mequetrefe esencialmente rastrero que, para peor, aceptaba el rol de esclavo encantado de la vida. En otras palabras, Veblen sugería que el perro era un reverendo idiota.
Sin embargo, ni Pavlov -el del famoso experimento canino que aparentemente probó la mecanicidad del alma perruna- ni Montaigne ni Veblen sospecharon que los perros, en realidad, se estaban haciendo los cuchos, y así, actuando como sus primos los zorros, se movieron con bastante más astucia quelos gatos, tan admirados por su sutileza, distancia, egoísmo, inteligencia y libertad. Durante millones de años los canes se dedidcaron a observar asus dueños desde abajo, fingiendo sumisión y obrando según los flexibles preceptos del lameculismo, hasta que, de tanto sapear, imitar y arrastrarse, lograron hincarle el diente al atributo más suculento de sus amos y modelos: cuando el perro fue capaz de penetrar en los recovecos retorcidos de la mente humana, revirtió -de un solo tarascón- la eterna supremacía del hombre sobre él.
Siendo capaz de razonar como cualquiera de nosotros, Tron, el salchicha que nos ocupa, ostenta sobre su víctima un poder de manipulación que ya se quisieran la abuelita, la mamá, la hermana o la ex novia del afectado. Para peor, últimamente Tron ha demostrado ser una longaniza moralista: sin que exista alguna explicación decente para ellos, hoy por hoy mi amigo ya no se detiene a matar la tarde en la shopería de la esquina. No es sorprendente, por lo tanto, que la última mujer que conoció fue la miserable veterinaria a la que lo condujo Tron. Y de seguir así las cosas, es probable queel pobre se convierta en un solterón de tomo y lomo, al igual que los millones de humanos a quienes sus perritos lindos prefieren ver puros, castos y -sobre todo- solitarios. A menos claro está, que el abusivo hipnotista los atropelle una liebre, los destripe un rottweiler o, en el peor de los casos, sea lanzado a la parrilla por algún curado mala onda."
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